Moctezuma y sus invenciones en la ópera
En 1492, el reino de Castilla y León atravesaba por uno de los momentos más fascinantes de la historia europea, el cual pronto se convertiría en un episodio central de la historia universal. Entre otros asuntos, los reyes Isabel y Fernando no sólo habían logrado la reconquista de Granada y la posterior unificación de la península Ibérica, sino que además auspiciaron los viajes marítimos mercantes que llevaron al descubrimiento fortuito que cambiaría la historia de la humanidad: el descubrimiento del continente que llamarían “América”.
Casi quinientos años después, José Gaos, el ilustre trasterrado español, propuso en sus lecciones en México referirse, más que al “descubrimiento” de América, a su “hallazgo”; o incluso, atendiendo a la propuesta de Edmundo O´Gorman, a su “invención”, en tanto Utopía. Alfonso Reyes había anticipado la idea del “presagio” a ese 12 de octubre.
El encuentro recíproco entre continentes vislumbró la primera globalización, y con ello produjo la escisión entre el mundo antiguo y el moderno. La imprenta de caracteres móviles de Gutenberg contribuyó a partir de 1454 con la revolución del conocimiento que, entre otras cosas, sentaría las bases para el desarrollo de la ciencia nueva, que se vale de la referencia escrita y trasciende la antigua tradición oral. Poco a poco, distintas traducciones de textos cultos, escritos principalmente en latín, inundarían el mercado europeo y propiciarían la divulgación de ideas que incitarían cambios profundos en la sociedad. Viajar resultó indispensable para los gobiernos de Occidente, con la finalidad de atender el nuevo paradigma que se presentaba en el nuevo horizonte económico y político.
En 1519 Cortés había entrado en Tenochtitlan, la cual sucumbiría poco antes de que Fernando de Magallanes completara la primera circunnavegación al globo en 1522. Las relaciones entre pueblos lejanos se convirtieron en el emblema de la modernidad. En 1543, Copérnico publicó finalmente la obra que había comenzado en 1506, De revolutionibus orbium coelestium, en la que demostraba que la tierra no era el centro del universo. La razón tomó el lugar protagónico en la historia y el Humanismo transformó la mentalidad y el arte europeos. Surgió el Renacimiento, que reivindicó el pensamiento racional de los antiguos clásicos, y más tarde, encontró su exacerbación en el Barroco, con el que llegó la invención del melodrama, que hoy llamamos Ópera.
El género operístico fue inventado en Florencia por un grupo de humanistas conocidos como la Camerata Fiorentina, al que pertenecía el músico Vincenzo Galilei, padre de Galileo. El conde Giovanni Bardi (1534–1612), amante y patrocinador de las artes, alentó al compositor Jacopo Peri (1561–1633) a escribir el melodrama, hoy extraviado, que más tarde sería considerado como la primera ópera de la historia, un drama con música, basado en el mito de Dafne, estrenado en 1597. Se trataba de musicalizar antiguos episodios mitológicos con el objetivo de alentar una forma teatral que estuviera a la altura del antiguo teatro griego.
El tema había sido tomado del primer libro de las Metamorfosis de Ovidio, de donde también se extrajo una de las temáticas más frecuentadas en la historia de la ópera, se trata de Orfeo, el audaz héroe que no teme descender al inframundo para rescatar a Eurídice, y cuya música hechizaba las almas de los dioses y de las criaturas. De este modo, las tres siguientes óperas de la historia —las primeras que se conservan—, fueron inspiradas en el mito órfico y en la figura de su amada. En 1600, Peri (1561–1633) escribió Euridice, cuyo libreto fue retomado por Caccini (1550–1618) en 1602 para su propia versión. En 1607, Monteverdi (1567–1643) compuso L’Orfeo.
Durante el siglo XVII, coronistas españoles hacían llegar a Europa descripciones del Nuevo Mundo que resultaban asombrosas, relatos que fueron traducidos al inglés, francés, italiano, portugués y holandés. El teatro y la ópera encontraron en el panorama amerindio el exotismo inherente a la escena barroca. Distantes rincones del planeta proponían coloridas puestas en escena.
En 1664 se estrenó The Indian Queen, en el Teatro Real de Londres. La tragedia fue escrita por Robert Howard (1626-1698) y John Dryden (1631-1700), y musicalizada por John Banister, el viejo (ca. 1626-1679). El libreto pudo ser influido por The Pleasant Historie of the Conquest of the West India, Now Called New Spayne (editada en Inglaterra en 1578 y reeditada en 1672), que sería la traducción al inglés de Historia de las Indias y conquista de México de Francisco López de Gómara (Espíndola, 2020). Otra hipótesis señala como probable fuente principal la Historia natural y moral de la Yndias, del jesuita español Joseph de Acosta (1540-1600), publicada en 1590 en Sevilla, y traducida al inglés en 1604 (Máynez, 2014). El argumento presenta, créase o no, a Montezuma como un servidor de los incas. Amexia, madre de Montezuma, ostenta el trono mexica, el cual le es arrebatado por la Reina India. Al final de la trama, Montezuma se enamora de Orazia, la princesa de los incas. En este entendido, los capitales de ambos reinos se concentrarían bajo el mando del nuevo emperador mexica. El compositor inglés Henry Purcell (1659–1695) compuso la música para una segunda versión de The Indian Queen, estrenada en 1695 en el Teatro Real de Londres, y anunciada como Semi Opera. Purcell falleció a punto de terminar la música de este libreto, que fue completada por su hermano Daniel (1664-1717).
Más tarde, Dryden continuó por su cuenta la saga con The Indian Emperor, or the Conquest of Mexico by the Spaniards, que también contó con dos musicalizaciones, la de 1675, de Humphrey Pelham (1647-1674), y la segunda de 1691, de Henry Purcell (Pisani, 2005). En esta segunda entrega, Montezuma es obligado a elegir como pareja a Almería, hija de la Reina India, protagonista de la primera tragedia. Con el fin de recuperar el poder que perteneció a su madre, la joven Almería busca dominar a Montezuma. Cortés —Cortez dentro del drama—, es presentado por Dryden como un hombre noble, justo y honorable.
Mientras la traducción al inglés de los relatos de López de Gómara (1511–1566) daba pie a una nueva tradición dramática inglesa sobre el México antiguo, la traducción al toscano de los relatos de Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610–1686) inauguraría a su vez la tradición italiana. Solís, educado en la Universidad de Salamanca, escribió la Historia de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional, conocida con el nombre de Nueva España. La obra apareció en España en 1684 y fue concebida con base en las cartas de Cortés, los relatos de López de Gómara, y la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (1496–1584).
En 1690, se estrenó en el Teatro Tordinona de Roma la ópera Colombo overo l’India scoperta (“Colón, o la India descubierta”) con música de Bernardo Pasquini (1673–1710), y con libreto del cardenal veneciano Pietro Ottoboni (1667–1740), quien, por cierto, conoció a Antonio Vivaldi, cuando el compositor se ordenó en Roma como sacerdote (Espíndola, 2020).
No deja de ser llamativo que figuras como las de Cristobal Colón y Hernán Cortés representaban al nuevo personaje temerario que superó la monstruosidad del océano desconocido y, al igual que Orfeo, había logrado volver.
—De música se habla sin bemoles—