La gran música hace vibrar a todas las personas por igual, sin distinción de ningún tipo.
Dvořák soñó con una sinfonía que reflejara la imagen de un nuevo mundo. Como muchos de los grandes espíritus creadores de la humanidad, Dvořák, nacido en Bohemia en 1841, intentó que el gozo de la música orquestal llegara a todas las personas por medio de las grandes melodías. No mucho tiempo antes, la música clásica seguía siendo reservada a auditorios académicos y cultos. El proyecto de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes (OSSLA), para el ciclo que comienza, bajo la guía del gobernador, el Doctor Rubén Rocha Moya, retoma el espíritu de este gran compositor, pero también de ilustres artistas y pensadores de la historia, cuya búsqueda fue que las Bellas Artes que surgían del pueblo fueran para el pueblo.
Bajo este ideal, tuve el privilegio de dirigir a esta fantástica orquesta, en un programa que incluyó la obertura de concierto “Carnaval” y la Sinfonía núm. 9 “Del nuevo mundo”, de Antonín Dvořák. El concierto tuvo lugar en el Teatro Pablo de Villavicencio de Culiacán.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, en música una obertura no siempre es la antesala a una obra escénica. La obertura “Carnaval” fue compuesta con un claro propósito celebratorio para anunciar una etapa por comenzar. Como si se tratase de un presagio, Dvořák la escribió, apenas un año antes de emigrar a Nueva York, para ocupar la dirección del Conservatorio Nacional de Música de América. Desde “el nuevo mundo”, en 1893, creó su última y más celebre sinfonía como una declaración de esperanza. Esta sinfonía es a la vez consagración y cúspide en su catálogo de obras.
La obertura “Carnaval” fue compuesta en 1891. De acuerdo con Spinoza y Borges, las grandes coincidencias están presentes en los momentos más significativos de la historia humana, y aun del universo. No deja de ser llamativo que Wolfgang Amadeus Mozart —uno de los compositores más complejos y a las vez más accesibles de todos los tiempos—, justo cien años antes de las exploraciones artísticas de Dvořák, no sólo diera luz a su obra fúnebre, el Réquiem, sino que además murió durante su composición, el 5 de diciembre de 1791. Exactamente 230 años después, los días 2 y 5 de diciembre próximos, la OSSLA, junto con el coro de ópera de Sinaloa, interpretaremos el Réquiem. Con este programa hemos querido también rendirle tributo al maestro Mario Lavista, a un mes de su fallecimiento.
A propósito de este homenaje, incluiremos una obra emblemática del maestro Lavista, uno de los compositores mexicanos más importantes de nuestra historia. Se trata de “Reflejos de la Noche”, escrita para orquesta de cuerdas, basada en “Eco”, poema de Xavier Villaurrutia, y algunos de cuyos versos dicen así: “La noche juega con los ruidos, copiándolos en sus espejos de sonidos”.
Como sugirió Octavio Paz, toda ruptura es una continuación de la tradición. En el arte, la continuación implica un punto de partida desde una nueva perspectiva. Al comienzo de una nueva etapa, la música sinfónica en Sinaloa suena con energía y esperanza.
—De música se habla sin bemoles—